¿Dónde estuviste en mi octubre pasado?
Salí a contemplarte lejos de aquí.
Tan lejos hasta donde me lo permitió la luna.

Te busqué.
En las luces opacas de un pueblecito perdido.
En sus tardes vestidas de añoranzas.

Te busqué.
Entre las luces brillantes de una opulenta ciudad.
En sus calles sórdidas.

Te busqué.
En rostros de extraños.
En viejos caminos.
En algunos pasos.

Te busqué.
En horas perdidas.
En la lejanía de las montañas azules.

Te busqué.
En quien más amaba y ni aun allí estabas.

Te busqué.
En noches en vela.
En mis amaneceres.
En los acordes dulces y tristes de la canción de un viejo amigo.

Te busqué.
En mi destierro.
En mi exilio.
En los colores.
…y entonces pude percibir difusa tu silueta.
Luego la lluvia te borró.
Caminé hasta la neblina
Pregunte si sabían de ti, de tus huellas.
Y no supo.

Te llamé.
En los montes.
En las calles.
En mi oscuridad.
Pero no escuche tu voz.
…hubo un brillo
Un brillo tenue…
Que se fue difuminando al pasar lento el invierno triste.

¿Dónde estabas?
¿Cómo eras entonces?
¿Cómo era la luna que te alumbraba?

Una tarde cuando caminaba entre soliloquios azules y rojos.
Mientras oscurecía te encontré.

Te encontré
En el muelle de una vieja cuidad en ruinas.

Allí estabas.
En mis atardeceres.
Mis atardeceres de octubre.
Y este, era mi nuevo octubre
Mi octubre gris.
Mi octubre de colores.

Sólo me basto con mirarte.
Con tocar tu hermosos pelo.
Escuchar tus silencios.

Y mirarte dormida como las espumas en las olas.
Para poder contarte sin mi voz.
(Lo que guardo en este abatido corazón
Este corazón que lo tengo a construido a pesados
Desde que el octubre pasado estuvo por aquí).
Para poder decirte hasta donde te buscó mi canción.

Estuviste tan cerca.
Tan dentro.
Tan distante.
Estuviste siempre en este muelle abandonado.
En este mar.
(Tanto que).
Y yo preferí salir a contemplarte lejos de aquí.
Tan lejos hasta donde me lo permitió la luna.
Esa misma luna que no quiso salir esa noche.
La noche del muelle.



Leonardo Severiche